El poder en la época moderna

SUMARIO
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Cap. 17
Mª Ángeles Jordano Barbudo(Universidad de Córdoba)
El Poder en el siglo XVII: ciencia, metafísica y política
Epígr. 1702 Interrelación entre ciencia, metafísica y política Párrafos 31-35 de 36
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Salón de Reinos
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     Afortunadamente, es uno de los pocos espacios que se salvó de las bombas de los franceses durante la invasión entre 1808 y 1814, y desde 1841 ha sido pieza fundamental del Museo del Ejército, hasta que recientemente se ha ideado el traslado de éste a Toledo. Ahora se proyecta su recuperación para incorporarlo al Museo del Prado y reinstalar el ciclo pictórico original. Ocupaba el centro del ala norte de palacio y se extendía a lo largo de 34,6 m por 10 m de ancho, y una altura de 8,25 m. Desde un balcón corrido dorado alrededor de la estancia, salvo sobre el testero del trono, los invitados podían asistir a los espectáculos y ceremonias sentados en bancos de madera[7]. La luz se filtraba a través de veinte ventanas situadas en los muros norte y sur, diez más grandes y otras diez más pequeñas por encima de las anteriores y reflejaba la extraordinaria decoración de la sala, cuyo suelo se cubría en invierno mediante ricas alfombras turquescas y de Alcaraz, y se adornaba con dieciséis mesas de jaspe, junto a las cuales, entre las ventanas y bajo los cuadros de batallas, había un total de doce leones rampantes de plata portando en su garra derecha una antorcha y en la contraria las armas de Aragón [8]. Una exuberante ornamentación al fresco a base de grutescos en dorado inundaba las bóvedas, lo que al parecer motivó que se conociera como el Salón de Oro, y entre los lunetos se dispusieron los escudos de los veinticuatro reinos pertenecientes a la corona española; de ahí el nombre de la sala. En sus paredes norte y sur, entre las ventanas, colgaban los doce grandes cuadros de batallas habidas entre 1622 y 1633, en las que el rey había salido victorioso y por las cuales se reafirmaba como dueño de un vasto imperio; además estaban los diez lienzos dedicados a los trabajos de Hércules, por Zurbarán, encima de las ventanas, y los cinco retratos reales, por Velázquez, en la cabecera de la sala -posiblemente hacia el este -, a ambos lados del trono (retratos ecuestres de Felipe III y Margarita de Austria); y a los pies (Felipe IV, Isabel de Borbón y, encima de la puerta, entre los dos anteriores, el del príncipe Baltasar Carlos). El trono era de gran opulencia según se desprende de los versos de Manuel de Gallegos: "Este dosel precioso se guarnece / con cuanto aljófar, cuanta maravilla / en vago leño enriqueció tu orilla" (Álvarez, 2005, p. 92), a lo que hay que añadir el aderezo de perlas que llevaba.
 
   
 
     Nuevamente se batió un récord: se comenzó en 1624 y a finales de abril de 1635 se habían terminado de colgar los últimos cuadros. El aspecto final debía ser impresionante, como recoge en 1667 Jean Muret: "En el palacio nos vimos sorprendidos desde la entrada por la cantidad de cuadros. No sé de qué manera está adornado en otras estaciones, pero cuando nosotros estuvimos se veían más los cuadros que las paredes; las galerías y las escaleras estaban llenas de ellos, igual que las habitaciones y salas, y puedo aseguraros, Señor, que había allí más que en toda la ciudad de París. [...] En un lugar vimos todas las batallas modernas que se han dado, en otro las más curiosas antigüedades, aquí diversas historias, tanto sagradas como profanas, allí una infinidad de caprichos, en otro lado las desnudeces más deshonestas, y por todas partes una selección particular del genio y del gusto de cada pintor" (Álvarez, 2005, p. 93).
 
   
 
     Desde el punto de vista estratégico y político, el Salón de Reinos no sólo tenía como misión primordial exaltar las cualidades del soberano, tanto físicas como morales, sino también legitimar su derecho al trono. No era la primera vez que así ocurría; contamos con ilustrativos antecedentes, como el caso de Francisco I, Enrique VIII y, sobre todo, Carlos V, así como también entre miembros del papado.
 
   
 
     La decoración de estas grandes salas se atenía a tres ejes principales: la alegoría, analogía y narración. Atendiendo a la narración se contaban los hechos célebres de la familia -victorias, entradas triunfales, matrimonios, acuerdos diplomáticos-; y las virtudes o valores morales se exponían a través de paralelismos con protagonistas de las sagradas escrituras o con héroes. Más tarde comenzó a prescindirse de la narración, para centrarse en las alegorías y analogías; se piensa que por el éxito de las decoraciones efímeras que se organizaban con motivo de grandes eventos, como entradas, bodas y funerales. En España, el precedente más valioso fue el de Carlos V, y eso que el emperador no tenía una corte fija y además viajó mucho al extranjero; de ahí que se confeccionaran unos fabulosos tapices con los que se hacía un montaje especial allá donde iba, todos ellos, por cierto, con motivos de batallas victoriosas. Felipe II no le fue a la zaga. Por todo ello, cuando en 1633 le tocó el turno al Salón de Reinos, ya se podía trabajar desde unos sólidos fundamentos. Se sabía que habría que partir de las escenas de batallas en las que los ejércitos españoles salían triunfantes, especialmente sobre la herejía; asimismo era importante reforzar la imagen del rey como legítimo heredero al trono de España, lo que justifica en la estancia los retratos ecuestres -imagen de poder- de Felipe III y Felipe IV, además de sus respectivas esposas Margarita de Austria e Isabel de Borbón, y el heredero, el príncipe Baltasar Carlos. En ambos casos -batallas y retratos- se optó por el hilo narrativo, pero para seguir las nuevas tendencias también se dio oportunidad a la alegoría, y se acudió a la figura de Hércules. Este complejo programa se enriqueció con los escudos de los reinos y provincias, que cumplían la misión de dar testimonio simbólico de los extensos dominios sobre los que gobernaba la corona española. "En el contexto de su época, el Salón de Reinos pecaba quizás de anticuado, pero jamás se ideó una declaración más efectiva del poder, la gloria y la virtud de los Habsburgos españoles" (Brown y Elliott, 2003, p. 161).
 
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Fecha modif. 25-09-2008