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Hércules lucha con el león de Nemea, 1634. Zurbarán. Museo del Prado. Tanto el marqués de Villena, como Juan Pérez de Moya (1585) en su Filosofía secreta y Baltasar de Vitoria (1620-1624) en el Teatro de los dioses de la gentilidad, sirvieron para concebir la serie sobre los trabajos de Hércules encargada a Zurbarán, quien lo representa en el momento en que tras haberle asestado un golpe con la clava -que aparece arrojada en el suelo-, arremete contra el león, que se ha alzado de manos, y lo asfixia con sus brazos. El pintor ha concebido la composición de la escena como una pirámide, en la que la cabeza del león hace de vértice y aparece con toda la ferocidad que resaltaba Villena: "las corvadas uñas, los ojos bermejos y sangrientos por amuchiguada ira". Como pintor barroco, Zurbarán elige cuidadosamente la luz, de manera que incida sobre el musculoso cuerpo de Hércules, resaltando su anatomía y acentuando el dramatismo del momento. Consigue así llamar la atención del espectador sobre lo que aquí incumbe: la fortaleza del héroe, su arrojo y, en definitiva, el triunfo del Bien sobre el Mal, quedando al instante identificado Hércules con Felipe IV, a quien interesaba mostrarse ante sus súbditos como el hacedor de la paz, el que ayuda al triunfo de la virtud, venciendo a los defensores de los vicios. El marqués de Villena ya urdió los mimbres sobre las que se forjaría esta idea: "Conviene contradecir a los soberbios enemigos de la patria, quitándoles los despojos y testimoniando el vencimiento y recobramiento de la virtud y la paz". Cuando Hércules consiguió vencer al león de Nemea, le arrancó la piel, tal y como ya se ha referido, e hizo de ella parte de su mortífero armamento, pues sabido es que el duro pellejo del animal era de extraordinaria dureza.
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