El poder en la época moderna

SUMARIO
Epígrafe previo 1007
Cap. 10
Soledad Gómez Navarro (Univ. Córdoba
Introducción
Epígr. 1008 8. Autoevaluación de la experiencia Párrafos 1-3 de 3
Ver texto con notas
Siguiente epígrafe 1009
   
 
8. Autoevaluación de la experiencia
     La consabida evidencia de que la Historia es una ciencia hace que el conocimiento histórico se alcance, a distintos niveles, por la investigación y por el estudio y la enseñanza de la Historia. Respecto a esta segunda opción o actividad, estudio y enseñanza de la Historia, puede decirse que, en general, no se le ha dado un planteamiento estrictamente científico como requiere la exposición de cualquier saber. En la enseñanza de la Historia se usa y abusa de los recursos no críticos, rutinarios y espontáneos, como son el simple conocimiento del hecho, el memorismo sin la comprensión, la repetición de los datos, o el predominio de lo político-bélico, y todo de manera superficial e improvisada. Además, es indudable que al estudio de la Historia en los centros educativos, en este caso universitarios, es preciso darle el tratamiento que los niveles y exigencias de la historiografía actual requieren. Y esto en un doble plano. En el teórico, de concepción historiográfica, en el que conviene la investigación de las fuerzas históricas profundas, el desarrollo de las relaciones causa-efecto en la perspectiva del proceso histórico general, la comprensión y raciocinio de las corrientes históricas, y la visión integral de la Historia en todas sus estructuras -economía, sociedad, política, cultura-. Y en el práctico, donde se precisa la introducción de sistemas, material y métodos adecuados, más racionales que el simple discurso teórico o la pregunta rutinaria del dato, que hagan más comprensivo y riguroso, científicamente hablando, el trabajo histórico. Es en este punto donde aparece el documento histórico y la necesidad de la interdisciplinariedad, como apuntaba en otro momento.
 
   
 
     Respecto al primero, es evidente que los sistemas más al día en la enseñanza de la Historia han introducido todo un conjunto de métodos y materiales -aparte la consulta por supuesto de una bibliografía precisa y seleccionada, y no es obvia esta indicación-, que incrementan la relación entre el profesor y los alumnos mediante actividades prácticas, no sólo teóricas, y de adecuado nivel crítico. Así, la utilización creciente y racional de gráficos, estadísticas, mapas históricos, textos y documentos, supone en esta disciplina un trabajo análogo, desde el punto de vista empírico y práctico, al realizado con mapas en la enseñanza de la Geografía, dispositivas en la del Arte, textos y traducciones en la de idiomas, problemas en la de Matemáticas, laboratorios en la de Física y Química, o experimentos en la de Ciencias Naturales. Por otro lado, es obvio que la peculiar relación dialéctica que es la enseñanza debe llevar a constantes revisiones de las posiciones y explicaciones teóricas y prácticas, como que, asimismo, nada puede ni debe ser fijo e inamovible, y menos en la ciencia. En cuanto a la necesidad de que los alumnos vean cómo se analiza un problema desde distintas ópticas disciplinares, son tan obvios los frutos que de ello pueden extraerse que es innecesario otro comentario.
 
   
 
     En correspondencia, pues, con todo lo indicado, y obviamente avalados por los resultados hasta el momento obtenidos que ya hemos señalado, es evidente que debemos considerar altamente positiva la experiencia realizada y, por ende, y en la misma proporción, también satisfactoria, y no sólo porque, como docentes, así ya lo hemos comprobado en la discusión, elaboración y preparación de los materiales que están ya en la red, sino también, y sobre todo, porque, posiblemente, pocas veces se haya enfrentado la actividad que hemos desarrollado para ser aplicada en la discencia, reto que es el que ahora verdaderamente nos apasiona: Comprobar cómo reciben y reelaboran los alumnos nuestras respectivas aportaciones y su resultado global. Y es por ello también que afrontamos con gran ilusión la labor del curso 2008-2009, donde, como ya apuntaba en otro momento, nos planteamos dos metas. Por un lado, anotar y estudiar los resultados -impresiones, respuestas, sugerencias…- de los alumnos para posteriormente discutirlos en común y, en correlación con nuestros propios materiales, llegar a unas únicas conclusiones que cierren el Proyecto Docente que nos ocupa. Y, por otro lado, decidir una publicación en soporte tradicional sobre los dos cursos académicos de aquél. Quizás sea entonces el momento, si lo consideramos oportuno, de retomar y reconsiderar una idea a la que doy vueltas hace tiempo -y en realidad otra perspectiva de analizar el mismo poder-: La de ser capaces de fijar elementos comunes del Poder -conflicto, sustento económico, organización del territorio, rostros del poder, funciones del poder, contrapoder…- y converger todos los componentes del Grupo Docente ahí desde nuestras propias disciplinas. Como digo, en verdad no es más que otra forma de abordar la cuestión, por lo que, como también ya he apuntado, quizás finalmente pueda ser útil la que ahora estamos desarrollando -que, en definitiva, no es más que explicitar todos qué entendemos por poder pero desde los distintos epígrafes que se adscribieron-, y ambas podrían incorporarse en el libro como una doble vía metodológica de abordar el análisis y estudio de un tema desde distintas disciplinas de las Ciencias Sociales.
 
Introducción
Epígrafe 1008 8. Autoevaluación de la experiencia Párrafos 1-3 de 3
   
Fecha modif. 25-09-2008