El poder en la época moderna

SUMARIO
Epígrafe previo 1302
Cap. 13
Soledad Gómez Navarro (Universidad de Córdoba)
La Iglesia como una institución de poder
Epígr. 1303 Bases sociales Párrafos 1-5 de 6
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Bases sociales
     Por su propia definición, dos son los grupos aquí a distinguir, siempre notorios por lo demás porque es indudable que el eclesiástico se ve, se nota y se conoce, especialmente en las sociedades preindustriales como la del Barroco, y dos las consideraciones previas a realizar. En cuanto a lo primero, deberé atender a clero secular y clero regular, y, en cada uno, a la evidente circunstancia de alto y bajo clero. En cuanto a lo segundo -y justamente unido a lo que acabo de apuntar-, ser conscientes de que estamos ante un estado social o estamento privilegiado pero no homogéneo ni mucho menos unitario, como ya apunté, sino una cristalización de la misma sociedad, y de que faltan estudios de conjunto y puntuales para muchos aspectos interesantes pero aún desconocidos. Trazo, pues, las líneas maestras de este apartado atendiendo a lo inexcusable, esto es, adscripción socioprofesional, origen familiar y predilección zonal.
 
   
 
Clero secular
     En cuanto al clero secular, para empezar hay que distinguir entre alto y bajo clero. A su vez, el alto clero está formado por obispos y cabildos catedralicios. En cuanto a los primeros, en el XVII obviamente la promoción al episcopado cabía a la Corona, y era ésta, por tanto, la que solía establecer o manejar los criterios que más le interesaban. En este sentido, sabido es que debía respetarse la condición de naturaleza, pero que los Austrias, sobre todo Felipe IV, fomentó lo contrario, propiciando la entrada de obispos castellanos en la Corona de Aragón como una forma más de "castellanizar" la Monarquía, lo que fue fuente frecuente de continuas tensiones. Asimismo, no se exigía la nobleza, pero lo cierto es que ésta fue en muchos casos la suministradora de los principales cuadros del episcopado en la España de la época, como sucedió, por ejemplo, en la Málaga del XVII, donde de sus siete prelados de esta centuria cuatro estuvieron vinculados al estamento nobiliario -don Luis Fernández de Córdoba, hijo de los señores de Guadalcázar, don Francisco de Mendoza y Rivera, hijo del tercer conde de Orgaz, don Antonio Henríquez de Torres, tío del marqués de Quintana, y don Alonso Carrillo, marqués de Bedmar-, muy pocas veces a las clases medias, y excepcionalmente al tercer estado, lo que sucedió, por ejemplo, en el caso del obispo de Segorbe, el erudito Juan Bautista Pérez, hijo de un sastre valenciano. En todo caso, fuente útil para trazar la sociología de este segmento clerical suelen ser los episcopologios y los trabajos de los cronistas de antaño, como recoge el documento 5 (*).
* Enlace a referencia
 
   
 
     Por lo que respecta al mundillo pintoresco y variado donde los haya y sin cohesión ni unidad de los cabildos catedralicios, reproducción otra vez de la diferenciación social inherente al mismo estado clerical de que venimos hablando desde casi el principio. En su cúspide, esto es, en las dignidades, canonicatos y mejores prebendas -prebendados, racioneros e incluso medio racioneros- suelen aparecer los apellidos de las familias notables del lugar que, de esta forma, se suman a su ya nutrida e importante presencia en el cabildo civil y copan la otra gran institución de poder de la ciudad. Pero, en su base, muchos capellanes de veintena viven de forma tan modesta como cualquier otro miembro del tercer estado, según han revelado algunas escrituras de división y adjudicación de bienes. Por lo tanto, parte numerosa e influyente del clero, aquí también fuertes variaciones y desigualdades, pues pueden convivir canónigos toledanos o sevillanos que ganan en el XVII 2.000 ducados y más, con catalanes, gallegos o almerienses que apenas llegan a los 300, si bien lo común son canonicatos entre 500 y 1.000 ducados que permiten una existencia decorosa, e incluso acumular gran cantidad de propiedades personales.
 
   
 
     El bajo clero secular es el clero parroquial, mundo también esencialmente heterogéneo en sí mismo, si bien con algunos rasgos comunes. Así, su predominio del medio rural, donde indefectiblemente debía estar, la facilidad de paso del tercer estado a este segmento del clero, los ingresos en general modestos -por lo que, de nuevo, la escasa concurrencia de los estratos altos de la sociedad preindustrial-, o el bajo nivel de instrucción. Precisamente en cuanto a los emolumentos, éstos serían casi siempre en concepto de derechos por sepultura y funeración, muy importantes en la España del Antiguo Régimen -y no digamos en la del especialmente mortífero Seiscientos-, por administración de sacramentos y por misas, a los que habría que añadir la posesión o usufructo de la casa rectoral, e incluso la propiedad de algunos bienes rústicos, aunque de nuevo aquí la variedad es tal, que es difícil trazar un cuadro común: Junto a los curas labradores, de los que habla Domínguez Ortiz y constatan las fuentes catastrales y notariales, también, aparece ese "proletariado clerical", cuya denominación francesa lo dice todo, o el clero patrimonial, característico de las iglesias propias del norte de España, muy fácilmente a merced del patrono del lugar, o de los ingresos que puedan obtener de una misa diaria, y aun de algunas otras utilidades, como llevar administraciones, o mantener carnicerías, tabernas y casas de juego, pese a la consabida prohibición al respecto. En cualquier caso, junto al párroco y en sus ocupaciones de ayuda de tal, coadjutores, beneficiados, capellanes, ordenados de menores órdenes, curas o simples presbíteros, completan el cuadro social de este segmento clerical.
 
   
 
Clero regular
     En cuanto al clero regular, aunque también aquí sigue operando alto y bajo clero, sin embargo, como por lo general el clero regular ostentó menos poder y jurisdicción que obispos y arzobispos -si bien no hay que olvidar a la abadesa del monasterio cisterciense de Las Huelgas, que llegó a disputarle aquélla al mismo arzobispo de Burgos, o a los responsables del también cisterciense de Poblet o de los benedictinos de Silos o san Martín Pinario-, la diferenciación básica aquí es entre órdenes monacales y órdenes mendicantes y entre órdenes masculinas y femeninas, por la imposición de la clausura en éstas y, por ende, de la dote como su elemento singular, como ya sabemos.
 
La Iglesia como una institución de poder
Epígrafe 1303 Bases sociales Párrafos 1-5 de 6
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Fecha modif. 25-09-2008