El poder en la época moderna

SUMARIO
Epígrafe previo 1602
Cap. 16
Francisco Javier Moreno Díaz del Campo (Universidad de Castilla-La Mancha)
Una visión desde la historia de género: mujer y poder
Epígr. 1603 La mujer en la Edad Moderna Párrafos 1-5 de 15
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La mujer en la Edad Moderna
     La Edad Moderna hereda el debate bajomedieval de la querella de las mujeres, el enmarañado, largo y complicado enfrentamiento de tipo literario, político y filosófico que se desarrolló en Europa durante parte de la Edad Media y a lo largo de toda la Edad Moderna hasta la Revolución Francesa y en el que se trató de demostrar la "inferioridad natural" de las mujeres frente a los varones[11].
 
   
 
     De hecho, y aunque nació en el siglo XIV, la Querella cobró nuevos bríos a partir de la generalización de las ideas del Humanismo, corriente que, aunque con matices, defendió la igualdad (o "unidad") de sexos.
     La teoría de la desigualdad entre sexos bebe directamente en los textos aristotélicos, cuya lectura y estudio se comenzó a generalizar en Europa desde su introducción en la Universidad de París a mediados del siglo XIII. Básicamente, los escritos de Aristóteles definieron las diferencias entre hombres y mujeres y constituyeron la base para posteriores autores que ampliaron y matizaron las ideas del griego en la dirección de ofrecer una idea que caló profundamente en la sociedad medieval: hombres y mujeres eran diferentes y aquellos superiores a éstas.
     Los postulados de Aristóteles fueron recogidos, entre otros, por San Agustín y el resto de Padres de la Iglesia, creadores de una imagen de la mujer como artífice y origen del pecado en el mundo y, por extensión, portadora del mal.
     Y es precisamente esa, la idea a la que se opone la nueva corriente que defiende la igualdad entre hombres y mujeres, cuya primera representante se dice que es Christiane de Pizán, autora de La ciudad de las damas.
     El debate cobró fuerza con la entrada de las ideas de los moralistas del Humanismo que esbozaron su versión de la mujer ideal en torno a la imagen de la Virgen María, encarnación perfecta de las virtudes que debían acompañar a toda mujer. Uno de ellos fue Juan Luis Vives, autor de Instrucción de la mujer cristiana (1523), obra en la que identifica la virginidad, la belleza, la castidad, la abstinencia, el amor,… como los pilares sobre los que debía sustentarse el comportamiento de la mujer perfecta.
     El Renacimiento añade un componente más al debate: la formación intelectual de la mujer, considerada como necesaria a comienzos del XVI, aunque sólo en lo referente a los niveles más básicos de la formación (lectura, escritura, religión,…).
     
 
   
 
     Ocurre, sin embargo, que el espíritu tridentino de la Contrarreforma hizo que, por miedo a que las niñas corrompieran a los niños, la educación de unos y otros se hiciera, definitivamente, por separado. El resultado fue nefasto pues muchas niñas quedaron sin escolarizar ya que la mayor parte de localidades no contaba con recursos suficientes para mantener más de un centro educativo.
 
   
 
     Sólo las damas de la realeza o de la nobleza tuvieron cierto acceso a la cultura porque ese acceso fue considerado como signo de prestigio social. En lo referente al resto de grupos sociales, aquellas niñas que desearon formarse tuvieron que acudir a preceptores privados siempre y cuando sus familias pudieran hacer frente a esos pagos. La solución, entonces, fue la de optar por una educación en el seno del hogar o del convento y limitada siempre de manera preferente, aparte de a aprender a leer y escribir, a comprender la doctrina, a saber coser y, como mucho a la música. Eso sí, teniendo en cuenta que, mundo laboral y familiar determinaron casi siempre que la opción por el aprendizaje fuera ni tan siquiera planteada.
 
   
 
     Se consolidaba con ello la imagen que, a nivel general, se tendría de la mujer en la Edad Moderna, definida finalmente por los teólogos del Barroco. En adelante, y a pesar de los avances y matices que se fueron produciendo, puede decirse que la figura de la mujer moderna quedó definida por tres funciones principales: ser buena madre y esposa; ordenar el trabajo en el hogar (o llevarlo a cabo); y, finalmente, perpetuar la especie.
 
Una visión desde la historia de género: mujer y poder
Epígrafe 1603 La mujer en la Edad Moderna Párrafos 1-5 de 15
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Fecha modif. 25-09-2008