El poder en la época moderna

SUMARIO
Epígrafe previo 1905
Cap. 19
Enrique Solano Camón (Universidad de Zaragoza)
Razón de Estado, pensamiento e ideología
Epígr. 1906 Pensamiento político en la España del Barroco Párrafos 1-5 de 6
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Pensamiento político en la España del Barroco
     Ante la pregunta ¿qué tiene que ver la Monarquía hispánica con la religión? el historiador J.A. Jover en su obra 1635 Historia de una polémica y semblanza de una generación escribe "La monarquía española era una monarquía católica por antonomasia, el paladín de la Contrarreforma. La propagación de la fe por todo el orbe de la tierra -como decía el cronista Céspedes de Meneses- y la defensa de la fe frente a la herejía protestante arraigada en Europa constituían los dos polos o direcciones de lo que en la España de los Austria solía denominarse la misión histórica de nuestra monarquía".
 
   
 
     El ambiente de tolerancia cultural que se mantuvo en España durante las primeras décadas del reinado de Carlos I había permitido una moderada y pacífica difusión de la obra de Maquiavelo, pero en 1559 el papa Paulo IV condenó su obra y el año 1583 ésta se encontraba incluida en el Índice del inquisidor Quiroga. A partir de entonces una dura reacción contra el autor florentino dominará el pensamiento político español, lo que hará que los escritores seguidores de sus ideas fundamentales, sobre todo en lo tocante a la concepción autónoma de la política -la "razón de Estado"-, se vean obligados a encubrir sus ideas bajo el disfraz del clásico Cayo Cornelio Tácito (h.55 - h.125), para quien lo esencial continúa siendo el individuo, ya que el curso de la historia es determinado por la personalidad de quienes ejercen el poder. Una situación que habrá de acentuarse durante las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del XVII.
 
   
 
     Son tres las líneas más representativas del pensamiento político español las que junto con la dinámica neoescolástica van a determinar estos momentos. La primera de ellas el "eticismo",  quizá la menos original en cuanto a su contenido pero, sin embargo, la más peculiar de nuestro panorama y, en cierto modo, la que condicionará a las otras dos, "tacitismo" y "casuismo. El "eticismo" es una corriente de pensadores, surgida a finales del siglo XVI, en defensa y construcción de lo que ellos denominan "la verdadera razón de Estado". En conjunto, los eticistas tratan de asimilar la "razón de Estado" vaciándola de su significado primigenio y subordinando la política a la moral. Entre sus protagonistas más reputados figuran Pedro de Rivadeneyra, del que destaca su obra Tratado del Príncipe cristiano, y Francisco de Quevedo, autor de Política de Dios y Gobierno de Cristo. En relación con la conciencia moral como límite del poder absoluto, el profesor Francisco Tomás y Valiente escribe: "El moralismo esgrimido por estos teóricos es un eco del absolutismo del poderoso soberano y es indudable que todas las recomendaciones moralizadoras eran imponentes para frenar el poder. A falta de otros límites y contrapesos, el recurso a la moral se nos presenta como una vía tan idealizadora de la figura del rey como ajena a la práctica cotidiana del ejercicio del poder por el soberano".
 
   
 
     Pero para otros pensadores, entre los que destaca Álamos de Barrientos, el tema central no va a ser el de la moral como límite del poder, sino, por el contrario, cómo ejercer éste eficazmente al margen de las consideraciones "éticas" y cómo construir, sobre la base de la experiencia histórica, la política como ciencia. Una intención "tacitista" en la que no se acaba de supeditar la moral a la razón de Estado a causa de la presión cultural, política y social en que se vive, determinada por la atmósfera contrarreformista de la monarquía hispánica del momento. Destaca, como tercera vía, el "casuismo", representado por otros pensadores que intentan asimilar a Tácito y construir, con materiales extraídos de las Sagradas Escrituras y del propio Tácito, una vía media entre el moralismo enfático y monolítico, y un "tacitismo" todavía juzgado como peligroso. Al menos tres aspectos definen el "casuismo". Por un lado, el rechazo al compromiso de la formulación rotunda de una norma de conducta; por otro, una mayor atención y proximidad a la práctica cotidiana de gobierno, cuyos límites éticos sólo se buscan caso por caso, es decir "en la ocasión". Por último, una decidida y expresa voluntad de educar al príncipe, formando su voluntad, "criando su persona desde la cuna hasta la tumba"; una educación como hombre y como rey, hasta lograr la idea de un príncipe, al mismo tiempo, político y cristiano. En conjunto, la dualidad de frentes, el eclecticismo, la búsqueda de síntesis o vías medias de conducta van a caracterizar las obras de los autores de esta corriente.
 
   
 
     Si con frecuencia alude Diego Saavedra Fajardo (1584-1648), autor de Idea de un príncipe cristiano representada en cien empresas, al poder absoluto de monarca, de la soberanía o a la suprema potestad, en otras ocasiones se  muestra inequívoco heredero del pactismo medieval. En este sentido Saavedra Fajardo afirma que "son los príncipes parte de la república, y en cierta manera sujetos a ella, como instrumentos de su conservación". Un argumento que nos sitúa en la perspectiva de 1640, sin duda tiempos de crisis para la Monarquíaespañola de Felipe IV; tiempos de tensión entre la Corona, que él encarna, y los reinos que integran la Monarquía. En este caso los límites de la soberanía son, precisamente, esas realidades históricas que constituyen la estructura de la misma Monarquía, de la que el soberano es "instrumento de conservación".
     La representación del poder y, en conjunto, de la razón de Estado queda bien reflejada  en Saavedra cuando escribe que "el arte de reinar no es don de la naturaleza, sino de la especulación y de la experiencia"; un arte siempre dual y bifronte, compuesto de elementos a veces contrapuestos y siempre conciliables. Más contundente es, si cabe, al definir el carácter especulativo y el valor de la experiencia en el príncipe, que realiza la acción política derivada de la misma razón de Estado, cuando subraya: "Sciencia es de las sciencias. Con el hombre nació la razón de Estado, y morirá con él sin haberse entendido perfectamente". La importancia que Saavedra otorga a la educación del príncipe, por otro lado, se hace patente en la siguiente reflexión: "Con la buena educación es el hombre una criatura celestial, divina, y sin ella el más feroz de los animales. ¿Qué será pues un príncipe mal educado y armado de poder? Los otros daños de la república suelen durar poco. Este lo que dura la vida del príncipe". Una reflexión, en la que en el ejercicio de la razón de Estado por parte del príncipe se contrasta el valor de la buena educación y la ausencia de ésta como germen de la tiranía.
 
Razón de Estado, pensamiento e ideología
Epígrafe 1906 Pensamiento político en la España del Barroco Párrafos 1-5 de 6
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Fecha modif. 25-09-2008