El poder en la época moderna

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Mª Ángeles Jordano Barbudo(Universidad de Córdoba)
La Iglesia como una institución de poder
1702 Introducción Párrafos 21-25 de 36
 
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     En los "Diálogos de la Pintura", de Carducho, el discípulo pregunta al maestro: "¿Quién es el arquitecto deste assunto, deste maravilloso prodigio?" y la respuesta es: "Tengo por mui cierto que el ilustrado ingenio del Excelentissimo Conde Duque, su próvida elección, prudente entendimiento y su acierto en todas las cosas del servicio, comodidad y gusto de Su Magestad, a fin de que tenga un decente retiro para las ocasiones que se puedan ofrecer, y a donde mas desembaraçadamente (tal vez) pueda vacar a los negocios, escusando con esto algunas jornadas y las descomodidades y gasto que acarrean generalmente".

[4] Como se ha señalado, el actual Casón fue el salón de baile. El exterior fue completamente rehecho en el siglo XIX. También profundamente remodelado subsiste el estanque.
 
 
 
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     Frente a la simplicidad externa del palacio, debido a la rapidez de la construcción, el interior era de una riqueza apabullante. Observemos el pasmo de Jean Muret, clérigo acompañante del arzobispo de Embrun, durante su estancia en Madrid en 1667: "En el palacio nos quedamos atónitos ante la cantidad de pinturas. No sé cuál es la decoración en otras épocas del año, pero cuando nosotros estuvimos allí, vimos más cuadros que paredes. Las galerías y escaleras estaban llenas, y lo mismo cabe decir de las alcobas y salones. Os aseguro, Sire, que había más que en todo París. Y no me extrañó en absoluto cuando me dijeron que la principal virtud del difunto monarca era su amor a la pintura y que nadie en el mundo sabía tanto de ella como él" (Cit. Brown y Elliott, 2003, p. 120). En definitiva, Felipe se convirtió en un gran connoisseur y coleccionista de pintura[5]. Esta afición pronto prendió en la nobleza como una nueva moda digna de imitar: "Se han vuelto ahora más entendidos y más aficionados al Arte de la Pintura que antes, en grado inimaginable. Y el rey en estos doce meses ha conseguido un número increíble de obras de los mejores autores tanto antiguos como modernos, y el conde de Monterrey se trajo consigo de Italia lo mejor, en especial la Bacanal de Tiziano; y en esta ciudad en cuanto que hay algo que valga la pena se lo apropia el rey pagándolo muy bien; y, siguiendo su ejemplo, el Almirante [el duque de Medina de Rioseco, Almirante de Castilla], don Luis de Haro y muchos otros también se han lanzado a coleccionar" (Carta de Hopton a lord Cottington) (Brown y Elliott, 2003, p. 121).

[5] En sus cuarenta y tres años de reinado, Felipe vino a añadir alrededor de 2.000 pinturas a la colección real, según se desprende de los inventarios.
 
 
 
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     La necesidad de adquirir rápidamente obras de arte -1633-1640- para engalanar el nuevo palacio llevó a comprar en ocasiones obras mediocres y como hubo una orden expresa prohibiendo el traslado de pinturas de otros palacios[6] a la nueva residencia real, se optó por encargar a varios representantes, entre ellos el propio Velázquez, la compra en los principales focos productores de entonces que, además de España, eran Flandes e Italia, y dentro de ésta, Roma y Nápoles. Se sabe hoy que aproximadamente se compraron unas ochocientas obras. Unas se adquirieron ya terminadas y otras fueron por encargo expreso. Pero como atinadamente apuntan Brown y Elliott, "entre tanta variedad había cumbres, pero también valles", lo que respondía en gran medida a la celeridad con que debían estar terminadas las obras. En esto Olivares era inflexible. Sin embargo, también tuvo que ver el que en aquella época, cuando se juzgaba una colección, se valoraba la cantidad casi tanto como la calidad y precisamente en este caso, el palacio debía tener las paredes prácticamente recubiertas desde el suelo hasta el techo de cuadros para causar una adecuada impresión de riqueza. Y en esta compleja y variopinta sucesión de lienzos era difícil que el visitante pudiera medir con justeza la calidad de cada uno. En este impresionante "totum revolutum" es probable que quedara tan cautivado por las obras magníficas que prácticamente pasarían desapercibidas aquellas otras mediocres.

[6] No siempre fue así; la célebre escultura en bronce de Carlos V vencedor de la herejía, de Leone Leoni, fue traída por orden expresa del palacio de Aranjuez.
 
 
 
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     Los Habsburgo supieron poner el arte al servicio de la propaganda política y no hubo otra estancia en todo el palacio del Buen Retiro como el Salón de Reinos, para que el programa pictórico se planteara tan cabalmente que viniera a expresar de forma rotunda el inconmensurable poder de Felipe IV. Esto se hizo a través de dos vías: la exaltación del rey por sus triunfos en el campo de batalla y el establecimiento de un vínculo con Hércules, héroe mitológico del cual se consideraban descendientes.
 
 
 
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     El Salón de Reinos era el corazón de palacio, el salón del trono, también conocido en la década de los treinta del XVII como el salón grande, si bien en principio fue el palco real desde donde se divisaban los espectáculos que tenían lugar en la plaza.
 
 
La Iglesia como una institución de poder
1702 Introducción Párrafos 21-25 de 36
   
Fecha modif. 25-09-2008