Las vías públicas

Las calles

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1534

Fuentelencina

Los visitadores ordenaron tomar una finca que pertencía a unos menores, los herederos de Juan García de la Vega, para trazar en línea recta la calle que iba desde la iglesia hacia la plaza pasando junto a la tercia, porque daba una vuelta. Al ser un paso principal, resultaba especialmente incómodo cuando se celebraban las procesiones. Asimismo se mandó derribar cobertizos que se encontraban en mal estado y empedrar calles, especialmente la de la casa del doctor Nieto. Para honrar las procesiones, mejorando la estética del entorno por donde discurrían, y también para alejar el peligro del fuego, se ordenó que todos los corrales que estaban hechos con bardas y sarmientos se sustituyesen por tapias de cal y canto. Igualmente se recordó que estaba prohibido acumular muladares de estiércol, como varios que había junto a la cerca de la villa[3].


[3] A.H.N., OO.MM, A.T. leg. nº 42616 s.f.

 
 


1552

Fuentelencina

Se ordenó empedrar la calle Mayor, que sólo estaba pavimentada en parte, un tramo que concluía en la puerta Carrapeñalver. Lo mismo se ordenó respecto a la calle que iba desde la plaza a la iglesia, y otra calle más de las que partían de la plaza, sin dejar de mencionar las del resto del pueblo, "espeçialmente por donde suele andar la proçesyón". Los empedrados se costearían a razón de dos tercios por los vecinos beneficiados, y un tercio con cargo a los propios del concejo, como era costumbre. También se ordenó eliminar las sarmenteras y bardas de los corrales que salían a la calle, por su fealdad y para evitar riesgos de incendios. Los visitadores mandaron retirar un corral viejo de un vecino llamado Hernando de Diego de Madrid, que estaba a punto de caerse sobre la calle principal que salía a la plaza. Igualmente se ordeno que los "salidizos" de algunas casas, que estrechaban las calles, no se permitieran cuando se volviese a reconstruir los edificios que los tenían colocados. Nuevamente aparecieron los problemas de cuevas junto a las calles, cuyos techos habían de ser reforzados para evitar socavones. También se ordenó eliminar la lana, pelota y cueros vacunos que muchos vecinos sacaban a orear a las calles, impidiendo el paso libre de los caminantes y de las cabalgaduras. Junto a la puerta de Pastrana y de la cava que estaba cerca, así como en el camino que iba al humilladero de Nuestra Señora de la Paz, se había acumulado mucha tierra y piedra de los escombros procedentes de las obras que se hacían en el pueblo. Se ordenó eliminarlo de inmediato, porque además de su feo aspecto entorpecía los carros que entraban y salían de Fuentelencina[3].


[3] IA.H.N., OO.MM., leg. 6112, nº 11, s.f.

 
 


1557

Fuentelencina

Los visitadores se preocupaban de que las calles mantuvieran un trazado regular, recto "por su cordel", y así ordenaron al vecino Martín de Escamilla, que estaba edificando una casa en la calle que iba de la plaza a los albollones, algunas de cuyas paredes estaban más metidas, que todas se sacaran hacia la calle por igual. De la misma manera, se requirió a Juan de Ranera a eliminar un salidizo que ocupaba parte de la calle. Álvaro de Huesca y a Juan de Martín López, cuyos soportales invadían la calle pública, debían remeterlos e igualarlos con los aledaños. La escasa higiene en las calles de todos estos pueblos era la tónica general, pues en Fuentelencina, en 1557, los visitadores mandaron a los vecinos que sacaran fuera de la villa, lejos incluso de los adarves, todo el estiércol, tierra e inmundicias, en el plazo de tres días, sin multa. Pasado este tiempo, cualquiera podría denunciar a otro, con una pena de 200 maravedíes por cada carga de estiércol o tierra, la mitad para el concejo y la mitad para el denunciante. Las cuevas junto a las calles y el peligro que entrañaban huecos abiertos dio lugar a los mandamientos de los visitadores a los vecinos Juan Delgado el Viejo y Pedro Gómez clérigo para que cerrasen convenientemente sus cuevas. Se prohibió hacer hornos de yeso en el interior de la villa, por el peligro de incendio que podría acarrerar, pues muchas casas tenían "en las paredes sarmyentos e otra fusta de leña". Lógicamente, se reiteró la orden de eliminar las sarmenteras y bardas de las calles, que se empleaban como cerramiento de corrales, y sustituirlas por muros de yeso, para evitar fuegos. El empedrado no se olvidó en esta visita, y se ordenó concluir las calles que todavía no lo tenían, repartiendo los gastos de manera que los vecinos contribuyeran con el trabajo de cavar y traer la piedra y en dos tercios de los que tocase a las fachadas de sus casas, quedando el tercio restante a cargo del concejo. También se extendió la orden de pavimentación a la calle de las Tenerías, desde el molino de aceite del Carrascalejo, hasta la tenería de Diego de Toledo[3].


[3] Ibídem, leg. 6112, nº 18, s. f.

 
 


1577

Fuentelencina

El empedrado de la calle mayor, ordenado en la visita previa, no se había podido cumplir todavía, y se recomendó concluirlo cuando hubiera fondos en el concejo, una vez finalizadas las obras de la fuente y del matadero. El reparto de los gastos se haría conforme ala costumbre, dos tercios los propietarios de las casas y un tercio el concejo. La orden de empedrado se amplió a la puerta del hospital, pues estaba muy irregular y costaba entrar con cabalgaduras, y a otros sitios que lo necesitaban, como la calle que iba a la iglesia. La cueva de Alonso de Durón el Viejo estaba peligrosa, y su propietario había de levantar un pretil, pero al ser pobre se pidió que lo hiciera el concejo. Una circunstancia parecida ocurría en la cueva de la mujer de Francisco Sánchez, y en la de Juan de Pastrana y Pedro Sánchez de Pastrana, en la de Juan López , en la de Hernando Ortega. Se ordenó a la mujer de Juan Delgado reparar una pared de un corral junto a la iglesia, que estaba a punto de caerse. Una amplia lista de obstáculos y problemas impedían la limpieza de las vías públicas de manera constante a lo largo del siglo. Debido la dificultad en erradicar un mal crónico, los visitadores insisten una vez tras otra, hasta el punto de dictar dos recomendaciones generales para todo el partido en 1577: "Otrosí, de parte de su Magestad e Horden mandamos a los alcaldes e rregidores de la dicha villa que hagáys pregonar públicamente por la dicha villa e calles públicas della que todas las personas que tienen sarmientos o varda en las paredes de sus corrales e pertenençias que salen a las calles públicas, las quiten dentro de quinze días y si es neçesario se les rrequiera particularmente, y no las tornen a poner en las dichas paredes so pena de quinientos marauedís a cada vno para obras públicas de la dicha villa, so la qual dicha pena mandadmos a los alcaldes hordinarios de la dicha villa o a qualquier dellos que hagan cunplir y executar este mandamiento sin rremisión ninguna contra los culpados, siendo primeramente pregonado o rrequeridos". "Otrosí, de parte de su Magestad e Horden, mandamos a uos los dichos alcaldes e rregidores de la dicha villa que hagáis pregonar públicamente que ningún vezino della tenga ocupadas las calles públicas con madera ni piedras ni ottras cosas, syno fuere haçiendo ediffiçios, y que los que las tubieren ocupadas lo quiten y saquen denttro de quinze días primeros syguientes, y no las tornen a ocupar, so pena de quinientos marauedís a cada vno por cada bez para obras públicas de la dicha villa, y si pregonado no lo hiçieren, mandamos a los alcaldes o a qualquier dellos que lo que lo hagan hazer a su costa y les executen por lo que costare y por la dicha pena". Respecto a la basura, se ordena que la sosa o mazacote que se producía como residuo de las jabonerías existentes en la villa, no se echaran en las salidas del pueblo, sino en la cueva que había hacia Peñalver, por encima de la fuente nueva que se estaba construyendo, so pena de 500 maravedíes al infractor[7].


[7] Fuentelencina, 1577, A.H.N, OO.MM., Archivo de Toledo, nº 45.034, nº 6.

 
 


1589

Fuentelencina

No faltaron recomendaciones en esta visita sobre algunas casas ruinosas, cuevas y otros problemas en las calles, entre ellos la falta de empedrado. Tampoco se habían quitado algunos muladares, como el situado junto a la Puerta del Perdón, conforme se bajaba por la cuesta hacia la fuente de Suso. Durante la visita se entregó a los visitadores una petición en la que se explicaba que Diego Álvarez de García Álvarez, dueño de una casa situada en la esquina de una de las calles que confluían en la plaza, había "atajado" o cerrado los soportales que estaban bajo su casa y se los había incorporado de manera abusiva. Al parecer, esto lo había hecho García Álvarez, padre del mencionado, porque era "honbre rrico y poderoso". Los visitadores ordenaron notificar al interesado que podía alegar lo que le pareciese oportuno sobre este asunto, y tras ello dictaron sentencia para que se abriera el soportal como estaba antes. La ejecución de la sentencia fue inmediata, pues se indica que el referido soportal quedó abierto[7].


[7] A.H.N, OO.MM., leg. 7046, 7 (antiguo Archivo Secreto nº 66, 2).

 
 


1534

Hontoba

La calle principal de Hueva estaba asentada sobre una rambla o "aguaduchera", que tenía además en uno de sus extremos un olmo, cuya posición desviaba el agua de la lluvia directamente hacia la plaza, ocasionando que se inundara. Los visitadores ordenaron cortar el olmo para que el agua siguiera su camino "libremente la calle abaxo sin rregolfar haçia la plaça ninguna della". El agua que llegaba a este punto se mandó divir en dos ramales, uno por la calle que iba a la fuente, y otro por la de más arriba, que salía al puente. También se ordenó liberar de basura la acequia de la calle del molino de aceite, porque al no discurrir provocaba malos olores. También se ordenó empedrar la calle que salía hacia el camino de Hueva, porque en invierno era un barrizal. En esa misma calle se ordenó encauzar una acequia que se desbordaba con frecuencia, agravando el problema[106].


[106] A.H.N., OO.MM., leg. 6.108, nº 5, fol. 297 v - 299 v.

 
 


1541

Hontoba

La calle que iba a dar al camino de Hueva requería un empedrado urgente y que se canalizase por los laterales el agua que discurría por ella y la convertía en un lodazal intransitable con las lluvias del invierno. Los visitadores indicaron incluso el lugar por donde el agua había de cruzar de una a otra parte de la calle. También observaron los visitadores que los propietarios de las cuevas próximas a una "aguaduchera que nos mostrástedes que baxa del hero el Quemado y viene a dar a la calle Nueva", amontonaban la tierra extraída de las cuevas en esta rambla, y las lluvias la arrastraban hacia la calle, con el perjuicio de los vecinos. En consecuencia, se mandó limpiar aquel barranco. También había peligro en unos huertos hondos que se situaban a la salida del pueblo, en dirección a Alcalá, cuyos propietarios fueron requeridos a elevar unas tapias para evitar caídas[106].


[106] A.H.N., OO.MM., leg. 6111, nº 23, fol. 395v- 396 v.

 
 


1541

Hontoba

La descripción de la higiene en algunos lugares públicos dejaba bastante que desear: "...en las calles desta villa vimos ... e en las açequias estiércol y orujo y perros muertos, y otras ynmundiçias que para conservaçión de la salud no convienen, porque de el mal olor de aquellas cosas se suelen engendrar enfermedades y pestilençia..." Se impuso un plazo de diez días para limpiar aquellas basuras y se reguló una multa de 200 maravedíes a quien volviera a dejarlas en calles o acequias[106].


[106] A.H.N., OO.MM., leg. 6111, nº 23, fol. 401r.

 
 


1552

Hontoba

Junto a la iglesia había una plazuela donde se había colocado un "rribaço" o defensa para encauzar las ramblas (los temidos "aguaduchos") cuando de se producían. Este muro, en medio de una plaza, era antiestético, y los visitadores ordenaron su derribo, trasladándolo más abajo, que la plaza quedase allanada. El empedrado y canalización de la acequia que discurría por la calle que daba al camino de Hueva no se había cumplido. Pese a lo necesario de esta reparación, los visitadores no insistieron salvo en recordar su ejecución para cuando el concejo tuviese medios para hacerlo. También se recordó mantener limpias las "aguaducheras" de la tierra que se había depositado en muchas de ellas, pues el agua de las lluvias, aparte de salirse de estos canales, arrastraba barro que cubría incluso el empedrado de las calles. Los visitadores se quejaron de la fealdad y peligro de fuego que había en la casa de un vecino llamado Juan Colado, cuya casa daba a la calle principal, la que iba desde la plaza hacia Alcalá. El motivo de esta llamada de atención fueron las "muchas vardas y sarmientos" que había sobre su puerta, que deberían ser retirados y sustituidos por un lomo de yeso o teja[106].


[106] A.H.N., OO.MM., leg. 6.112, nº 7.

 
 


1556

Hontoba

Ahora se ordena empedrar la calle y camino del Raval, desde el puente del Chorrillo hasta la huerta de un vecino llamado Mateo de Hueva, por los lodazales que se ocasionaban. Como en otros muchos mandamientos anteriores, tampoco se había reparado la calle que salía hacia Hueva, por la que discurría una acequia, y se recordó iniciar la obra por el mucho perjuicio que se ocasionaba con las lluvias del invierno. Lo mismo ocurría con la tierra que, procedente de la excavación de cuevas, estaba en las "aguaducheras" y que la lluvia arrastraba hacia las calles, cubriendo los empedrados. La basura, estiércol e incluso cantos tampoco faltaban en las calles, y se recordó retirarlos[106].


[106] A.H.N., OO.MM., leg. 6112, nº 13.

 
 


1577

Hontoba

El acceso a la nueva fuente necesitaba empedrarse, en la línea de otros empedrados que se venían efectuando en Hontoba en aquellos momentos. Lo mismo se pidió en la calle que se dirigía al camino de Hueva, porque el agua corría por ella. Asimismo se ordenó a Juan Sánchez de Pedro Sánchez levantar un pretil en la calle del Chorrillo, de una vara en alto, para que continuara como el resto del pretil que ya había. Se repitieron las órdenes de conservar limpias las "aguaducheras" para dajar libre el paso al agua, así como no depositar basuras ni tierra en las calles públicas[106].


[106] A.H.N., OO.MM., A.T., nº 45.034, nº 9.

 
 


1589

Hontoba

La calle que salía hacia el camino de Pastrana se encontró convenientemente empedrada, como habían ordenado los visitadores anteriores. Sin embargo, no se había pavimentado la calle de los molinos de aceite, lo que se recordó nuevamente, ampliado a la calle que salía al camino de Hueva. Asimismo se habían construido pretiles en algunaspartes peligrosas[106].


[106] A.H.N., OO.MM., leg. 7046, 7 (antiguo Archivo Secreto nº 66, 2).

 
 


1552

Hueva

La calle aque iba más abajo del horno hacia la puerta "que dizen del Conçejo" y hacia los pilones, estaba muy peligrosa, al haberse caído unas piedras de algunos solares colindantes, impidiendo el paso normal. En consecuencia se requirió a los dueños de esas fincas a que retirasen los escombros.[4]


[4] AHN OO.MM., leg. 6112, nº 9.

 
 


1557

Hueva

La calle a la parte de abajo del horno continuaba con los problemas observados en la visita precedente, y ahora se explica el motivo. Había dos corrales que estaban por encima del nivel de la calle, sin tapiar, de manera que caía tierra y piedras desde dichos corrales a la calle. Sus dueños, Juan García Moreno y Juan Hernández Redondo, fueron obligados a levantar unas paredes que evitasen el problema. Parecida circunstancia, pero al contrario, ocurría en la calle sobre la tercia, donde un herreñal sin cercar estaba más bajo que el nivel de la calle, había peligro de caída, con lo que se requirió a sus dueños, los herederos de Mari Gómez, a tapiarlo. El problema de tapias caídas en las calles del pueblo no acababa aquí, pues se dictó un nuevo mandamiento para que todos los vecinos que tuvieran su corrales en esa situación la resolvieran en el plazo máximo de un mes. En otra calle, que iba "desde la calle mayor hasta bolver a la otra buelta de la otra parte de baxo hasta el olmo", se necesitaba empedrarla. La fórmula para hacerlo sería que cada vecino debería cavar la parte que le correspondía, y traer piedras para pavimentarla, pagando el concejo el salario del maestro empedrador. En muchas calles había bardas sobre las paredes, que además de ser "mal pareçiente" o de de mal aspecto, podrían entrañar el peligro de pegarse fuego. Además algunas pocilgas daban malos olores, por lo que se ordenó quitar estas molestias de la vía pública[4].


[4] AHN OO.MM., lleg. 6112, nº 15.

 
 


1577

Hueva

Junto a la tercia pasaba una "aguaduchera" o rambla, que salía a los molinos de aceite, muy deteriorada y "barrancosa" por el discurrir del agua, que había "rrehenchirse" y empedrarse, desde la calle de la casa de la tercia y la esquina de la casa de Miguel de Escopete, hasta la fuente nueva, pagando el concejo la mitad y la otra los vecinos. Esta orden de empedrado se hace extensiva a todo el pueblo, habida cuenta de que las deficiencias eran generales. Otra calle, junto a la casa de Merchante, por donde pasaba la procesión el día del Sacramento, había que repararla porque estaba maltratada. Además, se solicita hacer un pretil de media vara en alto, alargando uno que había. Y también convenía reparar el canal por donde venía el agua de las calles de arriba hacia la plaza, haciendo una arquilla, o poner una "alcantarilla" (puente pequeño) pues estaba muy honda, y alguien podría caerse, especialmente en la procesión del Corpus o Santísimo Sacramento. En un paso hacia los molinos de aceite y las huertas, Lucía López, viuda de Juan López, construía una casa que dificultaría el tránsito, por lo que se ordenó compensarla por dejarlo abierto. Por un motivo similar, los visitadores ordenaron requerir a quien había cerrado de piedra el paso a las casas de Alonso Escudero, que iba a dar al camino de la fuente y de los huertos. Se repitió la orden de que nadie mantuviera pocilgas para puercos junto a las calles públicas de la villa, ordenándose quitar la que hubiera en treinta días bajo pena de quinientos maravedíes. Asimismo se reiteró la prohibición de echar basura, estiércol, inmundicias o tierra en las calles, bajo pena de doscientos maravedíes. [4].


[4] AHN OO.MM., A.T., nº 45.034, nº 8.

 
 


1589

Hueva

La calle que discurría por detrás de la iglesia, por donde se salía hacia Hontoba y a los "labrados", era estrecha y peligrosa por una cueva que había encima y se estaba desmoronando. También se pidió mejorar el suelo y hacer unos pretiles en la parte del "çierço" de la iglesia, para que por allí pudieran pasar las procesiones "a buen dosel", saliendo por una de las puertas de la iglesia, y entrando por la otra. La apertura de un paso solicitada en las casas de Alonso Escudero se había cumplido, aunque bajando por allí había un barranco que había que reparar para evitar peligro[4].


[4] AHN OO.MM., leg. 7046, 7 (antiguo Archivo Secreto nº 66, 2).

 
 


1499

Illana

Como en otros pueblos, en Illana había muchas cuevas y alguna entrañaba peligros para los vecinos y su ganado. Los visitadores habían ordenado a Diego García Tarancón cerrar con una bóveda una cueva de su propiedad situada en la Umbría, para que pudieran pasar por encima libremente los animales, o en su defecto la cerrase en el plazo de un mes, bajo pena y ejecución de la obra por el concejo de Illana a costa del propietario, y señalando una pena adicional de seiscientos maravedíes a los alcaldes si no se cumplía[138].


[138] A.H.N. OO.MM., Leg 6109, nº 46, fol. 31r.

 
 


1502

Illana

El barranco de la Umbría estaba peligroso, pues el agua socavaba los cimientos de las casas situadas a uno y otro lado. Los visitadores ordenaron rellenarlo de madera, piedra y lo que fuera para evitar el derrumbamiento de las casas situadas junto al barranco[138].


[138] A.H.N. OO.MM., leg. 6110, nº18, f 227 r-v.

 
 


1555

Illana

En la calle que salía al camino de Leganiel los visitadores ordenaron que el concejo comprase un solar donde había unas cuevas, porque su propietaria quería cercarlas, y provocaría un estrechamiento muy perjudicial para el paso público. Más adelante también se ordenó que se cegaran varias cuevas que estaban en el camino con peligro de caída para los viandantes o animales. También por este mismo motivo se ordenó levantar un pretil en la calle del Pontón, de cuatro o cinco pasos de largo, desde la esquina donde acababa el pontón. En la calle del horno, muy pasajera, se ordenó comprar un corral para ensancharla. Además, el arrendador del horno debería limpiar y barrer cada sábado, pues era una de las condiciones de su contrato, debido a que mucha de la basura y estiércol que había en aquel lugar provenía de la barda y leña que se llevaba al horno. No obstante el problema de la suciedad no se limitaba a esta calle, sino en todo el pueblo, con esta expresiva descripción: "Otrosý, porque hemos sydo ynformados y lo hemos visto de vista de ojos, que todas las calles desta villa suelen estar y están muy suzias en munchas partes, y se echa el estiércol y paja y vasura en ellas, y no se tiene cuydado de las hazer linpiar, y que en ynvierno quando llueve, de cavsa desto ay munchos lodos, y suele oler mal, porque los puercos andan por ellas y las bestias lo patean, y porque es justo que en esto aya más cuydado de lo que hasta quí a avido, y que las dichas calles estén linpias para quando el sacramento fuere a visytar algún enfermo, y para andar por ellas, de parte de su Magestad e Horden mandamos a los alcaldes e rregidores de la dicha villa que soys e por tienpo fuéredes de aquí adelante, que hagáys pregonar públicamente que ninguna persona haga muladades en las dichas calles, ni echen estiércol ni vasura ni paja en ellas, syno que estén linpias, y cada vno tenga cargo de tener linpia su pertenençia, so pena de doss rreales a qualquiera persona que fuere contra esto después de pregonado, en la qual pena incurran los alcaldes y rregidores sy no lo executaren aplicada para la çera del Santísymo Sacramento". Para evitar el problema del barro en invierno, se dispuso empedrar esta calle, desde la del Pontón, hasta la casa del vecino Lucas Rodríguez, o hasta la misma plaza, y empedrar también la calle del Pontón. El gasto de esta pavimentación se repartiría a mitad entre el concejo y los vecinos de las dichas calles. Asimismo se ordenó agrandar la que pasaba junto a la iglesia, que estaba en obras, porque se estrechaba demasiado, siendo el paso de los carros hacia la plaza y por donde circulaban las procesiones. Otro tanto ocurría en la calle Nueva, donde una "çahurda de puercos" y un corralejo invadían la calzada. Se ordenó tender un cordel para trazar recta y ancha esta calle nueva, comprando a sus propietarios los pedazos de solar necesarios para el ensanche[138].


[138] A.H.N. OO.MM., leg. 6.112, nº 12.

 
 


1555

Illana

Los problemas de las carretas en medio de la calle no se limitaban a la plaza, pues los visitadores ordenaron que se colocasen en sitios donde no molestaran bajo pena de tres reales, porque "Otrosy, fuymos ynformados que munchas personas tienen sus carretas en las calles públicas desta villa de día y de noche, en partes que enbaraçan y ocupan las dichas calles, y pasos dellas, y que algunas vezes yendo descuydados algunas personas de noche topan en ellas y se maltratan..." [138].


[138] A.H.N. OO.MM., leg. 6.112, nº 12.

 
 


1573

Illana

La calle que iba desde la carnicería a la calle del Pontón era muy pasajera, y estaba muy trabajosa para las caballerías, especialmente si venían cargadas, ordenándose su reparación en los seis meses siguientes, a costa de los propios municipales. Al final de la calle del Pontón se necesitaba levantar un pretil más alto del que había, para evitar que el agua no acabara de hundir la calle, además de reformar el pontón para que no hubiera peligro. El ensanche solicitado en la calle del horno no se había cumplido, y porque era necesario se reiteró su ejecución, tomándose lo que fuera necesario de los corrales de los herederos de Lucas Rodríguez y de la casa de Roque García, pagándoles el concejo el precio justo que les correspondiera. También se solicitó que la angostura de la calle situada junto a la capilla de la iglesia, que dificultaba el paso de los carros, se resolviera tomando una vara de la esquina de la casa de Juan Martínez de Pliego. La callejuela que iba de la iglesia a la calle Real se estaba ensanchando conforme a lo ordenado en la visita previa, pues Juan Raboso el mozo estaba construyendo su casa en ese lugar tras haberse ampliado la calle, y se ordenó que se continuara igual en la casa de Hernán Martínez, boticario, marcando a cordel una anchura pareja de toda la calle, y abonando el concejo a los afectados por el terreno habrían de ceder[138].


[138] A.H.N. OO.MM., leg. 6112, nº 26.

 
 


1577

Illana

La calle que daba acceso al horno junto a la casa de Roque del Barranco se había agrandado conforme al mandamiento de la visita anterior "y muy bien hecho y que dio mucho ser a la calle", agradeciendo los visitadores el esfuerzo. Sin embargo, la obra solicitada en la calle del Pontón, que era mejorar sus desagües y alzar un pretil, además de reparar el pontón, no se se pudieron acometer, disculpando los visitadores a los oficiales del concejo porque se habían esforzado en la construcción del nuevo pósito y agrandado el ayuntamiento. Tampoco se había ensanchado la calleja que estaba junto a la capilla de la Iglesia, junto a la casa de Juan Martínez Priego, de la que había que derribar una vara de ancho en una esquina, marcándose como plazo de ejecución la víspera del Corpus de 1577. Una observación ciertamente singular de los visitadores era la de que a causa de la estrechez de algunas calles, cuando tenían que pasar a la vez dos personas por un mismo sitio, habían de hacerlo de lado con el riesgo para la "honestidad" que ello suponía si uno de los viandantes era una mujer y el otro, naturalmente, un hombre: "Otrosý, por la visytaçión pasada, paresçe que por la de antes della, se avía mandado que vna callejuela que va desde la calle de la yglesia a salir a la calle Rreal, que está a la parte de abaxo en par de las casas de Diego Martínez Gallego, fue mandado que porque hera muy angosta, que no pudíe yr por ella más de vna persona, y que quando yva vna y viníe otra se avían de poner de lado para poder pasar, y si hera de noche se temíen de pasar por allí, espeçialmente quando yba uno sy veýe venir otro, mayormente sy hera muger, y para rremedio dello y de otros ynconvenyentes que de ser la dicha calle tan angosta avía, y se podían rrecresçer, les paresçió que la dicha calle se ensanche de largo a largo della siete o ocho pies, de manera que toda quedase pareja y de un anchor, y que tuviese de ancho doze o treze pies, tomando para ello la parte que fuese menester de las casas de Juan Rraboso, vezino de la villa, y de Montalvo, clérigo vezino de Leganiel..." El ensanche se había iniciado ya en la casa que construía Juan Raboso el joven, pero estaba pendiente en la casa de Hernán Martínez, boticario, que estaba dispuesto a vender parte de su solar al concejo para concluir la obra. Los visitadores pusieron de plazo para su conclusión la víspera del Corpus siguiente. Durante la visita se recibió una petición en la que varios vecinos del barrio de la Solana se quejaban de que el concejo había vendido un pedazo de la calle a Pedro Andrés, siendo alcalde su hermano, y ello repercutiría en el estrechamiento de un paso por el que entraban muchos carros. En otra calle, un muro estaba a punto de caer. Los visitadores examinaron personalmente los lugares, y mientras que la primera petición no se atendió, la segunda sí, ordenándose derribar la pared y pagar a su dueño, Pedro de Aldovera, lo que le correspondiese por ensanchar la calle. Asimismo se atendió una demanda de que se reparasen cuevas abiertas junto a la calle Real, en las que habían caído niños y podían también caer carros y animales[9].


[9] Illana, 1577, A.H.N, OO.MM., A.T., nº 45.034, nº 4.

 
 


1589

Illana

No faltaban los problemas con cuevas abiertas, o los desniveles donde se intentaba evitar las caídas mediante pretiles, como en dos "desbujaderos", uno en la calle del Pontón, conocida por este problema en otras visitas anteriores. La calle estrecha que se ordenó ampliar en la visita anterior se encontró perfectamente reformada, pero la que iba de la iglesia por las casas de Juan Martínez de Pliego, no se había tocado, por lo que se concenói a los oficiales del concejo que estaban en la visita de 1577 a pagar 5.000 maravedíes por incumplimiento. En este momento se ordena al concejo que se ejecute el ensanche en sólo quince días, abonándolo con la multa de los 5.000 maravedíes, y devolviendo lo que sobrara a los oficiales condenados. Pero si ese importe no fuera suficiente, se haría cargo del resto el concejo. Esta orden tenía una pena adicional por incumplimiento de 2.000 maravedíes[9].


[9] A.H.N., OO.MM., leg. 7046, 7 (antiguo Archivo Secreto nº 66, 2).

 
 


2000

Illana

Calle de Illana.


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1534

Mazuecos, Albares

Las calles y plazas de casi todos los pueblos se encontraban llenas de muladares. Los visitadores ordenaron que se limpiasen y allanasen las calles, con multas de dos reales a cien maravedíes para quien ensuciara de nuevo la vía pública o pusiera los cáñamos a granar junto a sus casas. El fuego también estaba prohibido en la calle, pues se quemaban los restos o "agramizas" del cáñamo. Otra de las órdenes que se reitera es la sustitución de las cercas de los corrales que eran de barda, por otras de tapial o "lomos de yeso"[40].


[40] A.H.N, OO.MM., leg. 6108, nº 5, f. 77 v; f. 252 v.

 
     
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