La práctica religiosa y la moralidad pública

La honestidad de la mujer

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Generalidades
 


Este tema resulta fundamental a la hora de estudiar la moralidad pública. Para comprenderlo es imprescindible tener el referente de los ocho siglos de dominación musulmana en la Península, que han dejado una profunda huella en nuestra cultura, y como no, en el lugar otrogado a la mujer, un lugar que queda adscrito a su hogar y a su imposibilidad de participar en la vida socio-política hasta épocas muy cercanas a nuestros días. No es de extrañar pues, en este ambiente refranes como el que dice: "La mujer en su casa y con la pierna quebrada" así como otros muchos que recoge la tradición española.

 

Guarda y honestidad
 

1534
Albares

Se plantea la siguiente duda: ¿Esa fijación por que las mujeres no frecuentasen lugares concurridos, era un rasgo típico de la mentalidad de la época o respondía a una actitud protectora de las autoridades por la existencia de un peligro real de que atentasen contra su honestidad y de ahí ese afán por su "guarda"? Según se ha observado se debía a ambas razones: "Otrosý, visitamos una calle que está cabo el horno, en la qual ay tres cuevas, que una es de Diego Péres de Vargas, otra de Lorenço Martines y otra de Bartolomé Sánches Pato, en mucho perjuizio de la dicha calle, espeçialmente seyendo como es calle de horno, que de noche pueden meterse allí moços y personas rreboltosas y hazer o tentar de hazer afrentas a las mugeres que por allí pasan, y para rremediar aquello, de parte de su Magestad e Orden mandamos a cuyos son las dichas cuevas que dentro de tres meses primeros siguientes deshagan las bóvedas de las dichas cuevas, y las metan dentro en la pared, por manera que la calle esté desenbaraçada y se pongan puertas en las dichas cuevas, al hilo de la pared de la calle, por manera que ninguno se pueda asconder en las dichas cuevas, e se les requiera que lo hagan e cunplan cumplan asý, y si en el dicho término no lo hizieren, mandamos a los alcaldes que serán en el tiempo que se cumplieren los tres meses de dicho rrequerimiento, que derriben las dichas cuevas y las fundan en la calle, por manera que quede esenta y libre la calle sin inpedimento alguno, todo lo qual se haga a costa de cuyas son las dichas cuevas dentro de un mes después de cumplidos los tres meses que dimos a los señores de las dichas cuevas para fasello, lo qual fagan e cunplan so pena de mill maravedís a cada vno para obras públicas desta dicha villa".[3]

 
 

1555
Illana

Las calles estrechas, de las que solía haber en muchos de los pueblos de la comarca, eran especialmente peligrosas para la conservación de la honra femenina, y por ello se dictó en Illana este mandamiento: "Otrosý, vimos e visytamos vna callejuela que va desde la calle de la yglesya a salir a la calle rreal, questá a parte de abaxo en para de las casas de Pedro Gallego, la qual es muy angosta que no puede yr por ella más de vna persona, y quando va vna y viene otra se an de poner de lado para poder pasar, y si es de noche se temen de pasar por allí, espeçialmente quando va vno sy veye venir otro, mayormente sy es muger....nos a paresçido que la dicha calle se ensanche de largo a largo toda ella syete o ocho pies, de manera que toda quede pareja y de vn anchor y que tenga de ancho doze o treze pies, tomando para ello la parte pque fuere menester de las casas y corrales..."[3]

 
 

1541
Almonacid

En las actas de visita aparece constantemente este aspecto, que se concretaba especialmente en no "exhibirse" en público, ya que la mera aparición conllevaba el que las mujeres fueran objeto de comentarios que fácilmente podían atentar contra su virtud. Sin embargo resultaba difícil el no salir a la calle porque para poder realizar parte de sus tareas domésticas las mujeres se veían en la necesidad de frecuentar lugares concurridos, pues tenían que ir al horno a cocer su pan, al lavadero, o a la fuente, entre otros. La única salvaguarda era construir estos establecimientos en lugares que no fueran muy frecuentados. Por esta razón aparecen constantemente, capítulos en los mandamientos dados por los visitadores, en los que se recomienda a los oficiales del concejo dicha norma: "Vimos y visitamos un horno de pan cocer que tiene el concejo, y en presencia de vos, los alcaldes y regidores de la villa, fuimos informados por mucha gente que el horno allí donde estaba era perjudicial, primero por estar en un lugar tan público, en la plaça, entre las dos calles más principales, y que por estar allí muchas mugeres de honra y sus hijas dejan de ir a hacer su pan, por no ser juzgadas de las personas y gentes que en la plaça están, y que el horno no tiene un jugar donde tener la varda..."[1]

 
 

1556
Albalate

En este mandamiento se explica que los lugares frecuentados por mujeres debían ocultarse para salvaguardar la honra femenina: "Vimos un lavadero..., que creemos que en la fuente el Parral estaría bien, por ser parte muy conveniente y secreta para la honestidad de las mugeres ..."[2]

 
         
La religiosidad