Illana
Definición y generalidades

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1573

Después de la última visita, efectuada en 1555, el concejo de Illana había mandado poner un "muy buen rrelox", nuevo en la torre de la iglesia, que se encontraba en perfecto funcionamiento, bien concertado, por lo que agradecieron el esfuerzo al concejo de Illana, y recomendaron dus mantenimiento: "encargamos que tengáys muncho cuydado del rreparo del dicho rrelox y artifiçio dél, y que ande bien concertado, pues veys lo que ynporta para saber de día y de noche la hora que es" [237].

 
 

1577

Situado en la iglesia, el reloj no estaba bien concertado, ni daba las campanadas que debía en las horas. Sin embargo se tañían las horas manualmente, a cargo de Machín de Vergutia al que se le pagaba por esta labor 2000 mrs. al año. Los visitadores ordenaron que se reparase el reloj por alguien que supiera hacerlo [237].

 
 

1589

En este momento no había reloj en Illana, aunque se había comprado "vn adereço para rrelox" en Santa Cruz de la Zarza, que no era de ningún provecho. Los visitadores vieron que en la plaza había una casa que tenía arrendada para mesón Alonso de Alfaro, vecino de Estella de Navarra, que podrían emplearse para hacer en ellas un una cárcel, una herrería y poner una torre para el reloj. Habrían de venderse las casas que en aquel momento tenía el concejo para herrería y carnicería, y dedicar los fondos al nuevo edificio. El reloj se colocaría sobre el tejado del ayuntamiento, pero con acceso por las casas del referido Alfaro, ya que no parecía honesto que se tuviera que acceder por la sala donde se reunía el concejo, y habría que dejar sitio para que cayeran las pesas. El concejo de Illana tenía cada año mil ducados de propios, y podía permitirse la obra, que debería estar cumplida en dos años[237].

 
 

1499

Como en otros pueblos, en Illana había muchas cuevas y alguna entrañaba peligros para los vecinos y su ganado. Los visitadores habían ordenado a Diego García Tarancón cerrar con una bóveda una cueva de su propiedad situada en la Umbría, para que pudieran pasar por encima libremente los animales, o en su defecto la cerrase en el plazo de un mes, bajo pena y ejecución de la obra por el concejo de Illana a costa del propietario, y señalando una pena adicional de seiscientos maravedíes a los alcaldes si no se cumplía[138].

 
 

1502

El barranco de la Umbría estaba peligroso, pues el agua socavaba los cimientos de las casas situadas a uno y otro lado. Los visitadores ordenaron rellenarlo de madera, piedra y lo que fuera para evitar el derrumbamiento de las casas situadas junto al barranco[138].

 
 

1555

En la calle que salía al camino de Leganiel los visitadores ordenaron que el concejo comprase un solar donde había unas cuevas, porque su propietaria quería cercarlas, y provocaría un estrechamiento muy perjudicial para el paso público. Más adelante también se ordenó que se cegaran varias cuevas que estaban en el camino con peligro de caída para los viandantes o animales. También por este mismo motivo se ordenó levantar un pretil en la calle del Pontón, de cuatro o cinco pasos de largo, desde la esquina donde acababa el pontón. En la calle del horno, muy pasajera, se ordenó comprar un corral para ensancharla. Además, el arrendador del horno debería limpiar y barrer cada sábado, pues era una de las condiciones de su contrato, debido a que mucha de la basura y estiércol que había en aquel lugar provenía de la barda y leña que se llevaba al horno. No obstante el problema de la suciedad no se limitaba a esta calle, sino en todo el pueblo, con esta expresiva descripción: "Otrosý, porque hemos sydo ynformados y lo hemos visto de vista de ojos, que todas las calles desta villa suelen estar y están muy suzias en munchas partes, y se echa el estiércol y paja y vasura en ellas, y no se tiene cuydado de las hazer linpiar, y que en ynvierno quando llueve, de cavsa desto ay munchos lodos, y suele oler mal, porque los puercos andan por ellas y las bestias lo patean, y porque es justo que en esto aya más cuydado de lo que hasta quí a avido, y que las dichas calles estén linpias para quando el sacramento fuere a visytar algún enfermo, y para andar por ellas, de parte de su Magestad e Horden mandamos a los alcaldes e rregidores de la dicha villa que soys e por tienpo fuéredes de aquí adelante, que hagáys pregonar públicamente que ninguna persona haga muladades en las dichas calles, ni echen estiércol ni vasura ni paja en ellas, syno que estén linpias, y cada vno tenga cargo de tener linpia su pertenençia, so pena de doss rreales a qualquiera persona que fuere contra esto después de pregonado, en la qual pena incurran los alcaldes y rregidores sy no lo executaren aplicada para la çera del Santísymo Sacramento". Para evitar el problema del barro en invierno, se dispuso empedrar esta calle, desde la del Pontón, hasta la casa del vecino Lucas Rodríguez, o hasta la misma plaza, y empedrar también la calle del Pontón. El gasto de esta pavimentación se repartiría a mitad entre el concejo y los vecinos de las dichas calles. Asimismo se ordenó agrandar la que pasaba junto a la iglesia, que estaba en obras, porque se estrechaba demasiado, siendo el paso de los carros hacia la plaza y por donde circulaban las procesiones. Otro tanto ocurría en la calle Nueva, donde una "çahurda de puercos" y un corralejo invadían la calzada. Se ordenó tender un cordel para trazar recta y ancha esta calle nueva, comprando a sus propietarios los pedazos de solar necesarios para el ensanche[138].

 
 

1555

Los problemas de las carretas en medio de la calle no se limitaban a la plaza, pues los visitadores ordenaron que se colocasen en sitios donde no molestaran bajo pena de tres reales, porque "Otrosy, fuymos ynformados que munchas personas tienen sus carretas en las calles públicas desta villa de día y de noche, en partes que enbaraçan y ocupan las dichas calles, y pasos dellas, y que algunas vezes yendo descuydados algunas personas de noche topan en ellas y se maltratan..." [138].

 
 

1573

La calle que iba desde la carnicería a la calle del Pontón era muy pasajera, y estaba muy trabajosa para las caballerías, especialmente si venían cargadas, ordenándose su reparación en los seis meses siguientes, a costa de los propios municipales. Al final de la calle del Pontón se necesitaba levantar un pretil más alto del que había, para evitar que el agua no acabara de hundir la calle, además de reformar el pontón para que no hubiera peligro. El ensanche solicitado en la calle del horno no se había cumplido, y porque era necesario se reiteró su ejecución, tomándose lo que fuera necesario de los corrales de los herederos de Lucas Rodríguez y de la casa de Roque García, pagándoles el concejo el precio justo que les correspondiera. También se solicitó que la angostura de la calle situada junto a la capilla de la iglesia, que dificultaba el paso de los carros, se resolviera tomando una vara de la esquina de la casa de Juan Martínez de Pliego. La callejuela que iba de la iglesia a la calle Real se estaba ensanchando conforme a lo ordenado en la visita previa, pues Juan Raboso el mozo estaba construyendo su casa en ese lugar tras haberse ampliado la calle, y se ordenó que se continuara igual en la casa de Hernán Martínez, boticario, marcando a cordel una anchura pareja de toda la calle, y abonando el concejo a los afectados por el terreno habrían de ceder[138].

 
 

1577

La calle que daba acceso al horno junto a la casa de Roque del Barranco se había agrandado conforme al mandamiento de la visita anterior "y muy bien hecho y que dio mucho ser a la calle", agradeciendo los visitadores el esfuerzo. Sin embargo, la obra solicitada en la calle del Pontón, que era mejorar sus desagües y alzar un pretil, además de reparar el pontón, no se se pudieron acometer, disculpando los visitadores a los oficiales del concejo porque se habían esforzado en la construcción del nuevo pósito y agrandado el ayuntamiento. Tampoco se había ensanchado la calleja que estaba junto a la capilla de la Iglesia, junto a la casa de Juan Martínez Priego, de la que había que derribar una vara de ancho en una esquina, marcándose como plazo de ejecución la víspera del Corpus de 1577. Una observación ciertamente singular de los visitadores era la de que a causa de la estrechez de algunas calles, cuando tenían que pasar a la vez dos personas por un mismo sitio, habían de hacerlo de lado con el riesgo para la "honestidad" que ello suponía si uno de los viandantes era una mujer y el otro, naturalmente, un hombre: "Otrosý, por la visytaçión pasada, paresçe que por la de antes della, se avía mandado que vna callejuela que va desde la calle de la yglesia a salir a la calle Rreal, que está a la parte de abaxo en par de las casas de Diego Martínez Gallego, fue mandado que porque hera muy angosta, que no pudíe yr por ella más de vna persona, y que quando yva vna y viníe otra se avían de poner de lado para poder pasar, y si hera de noche se temíen de pasar por allí, espeçialmente quando yba uno sy veýe venir otro, mayormente sy hera muger, y para rremedio dello y de otros ynconvenyentes que de ser la dicha calle tan angosta avía, y se podían rrecresçer, les paresçió que la dicha calle se ensanche de largo a largo della siete o ocho pies, de manera que toda quedase pareja y de un anchor, y que tuviese de ancho doze o treze pies, tomando para ello la parte que fuese menester de las casas de Juan Rraboso, vezino de la villa, y de Montalvo, clérigo vezino de Leganiel..." El ensanche se había iniciado ya en la casa que construía Juan Raboso el joven, pero estaba pendiente en la casa de Hernán Martínez, boticario, que estaba dispuesto a vender parte de su solar al concejo para concluir la obra. Los visitadores pusieron de plazo para su conclusión la víspera del Corpus siguiente. Durante la visita se recibió una petición en la que varios vecinos del barrio de la Solana se quejaban de que el concejo había vendido un pedazo de la calle a Pedro Andrés, siendo alcalde su hermano, y ello repercutiría en el estrechamiento de un paso por el que entraban muchos carros. En otra calle, un muro estaba a punto de caer. Los visitadores examinaron personalmente los lugares, y mientras que la primera petición no se atendió, la segunda sí, ordenándose derribar la pared y pagar a su dueño, Pedro de Aldovera, lo que le correspondiese por ensanchar la calle. Asimismo se atendió una demanda de que se reparasen cuevas abiertas junto a la calle Real, en las que habían caído niños y podían también caer carros y animales[9].

 
 

1589

No faltaban los problemas con cuevas abiertas, o los desniveles donde se intentaba evitar las caídas mediante pretiles, como en dos "desbujaderos", uno en la calle del Pontón, conocida por este problema en otras visitas anteriores. La calle estrecha que se ordenó ampliar en la visita anterior se encontró perfectamente reformada, pero la que iba de la iglesia por las casas de Juan Martínez de Pliego, no se había tocado, por lo que se concenói a los oficiales del concejo que estaban en la visita de 1577 a pagar 5.000 maravedíes por incumplimiento. En este momento se ordena al concejo que se ejecute el ensanche en sólo quince días, abonándolo con la multa de los 5.000 maravedíes, y devolviendo lo que sobrara a los oficiales condenados. Pero si ese importe no fuera suficiente, se haría cargo del resto el concejo. Esta orden tenía una pena adicional por incumplimiento de 2.000 maravedíes[9].

 
 

2000

Calle de Illana.

 
 

1502

Los visitadores mandaron cerrar un camino nuevo abierto entre hazas y heredades de cultivo que tenía como finalidad evitar el pago del portazgo a quienes estaban obligados a ello[17] .

 
 

1534

El régimen de montes a nivel general tuvo diferentes efectos según las zonas. En Illana, en el año 1534, los visitadores comprobaron no tenía ordenanzas por las que regirse para ejecutar las penas que debían poner los guardas, ya que por lo visto, se habían perdido las ordenanzas antiguas. Ante este hecho los visitadores mandaron que se buscaran, y en caso de no encontrarlas, se reuniera el concejo en ayuntamiento, nombrando ocho personas, que hicieran las ordenanzas bajo juramento, imponiendo penas que fuesen moderadas; y una vez hechas se enviaran al Consejo de órdenes, para que las confirmaran, aprovechando para ello que el procurador del concejo tuviera que ir a atender otros asuntos: "Fuimos informados que no tenéis ordenanças por donde os rrijáis para la execuçión de las penas de los ganados y bestias que hacen daño en panes e viñas e olivares y otras heredades, lo cual es muy mal fecho que en vn pueblo honrrado como éste eswtéys sin ordenanças ni rrazón por donde por donde los que hizieren daño sean penados ni castigados, y porque es muy justo que los panes e viñas e olivas e otras heredades sean guardadas, de parte de su Magestad e Orden mandamos a vos los offiçiales que la presente soys, que hagáys buscar las ordenanças viejas que en esta villa solíades tener, para que aquéllas se guarden e executen, y si aqueéllas no halláredes, hagáys guardar y executar las otras que después dellas se hizieron, y assimismo mandamos a los officiales que serán el año venidero que las dichas ordenanças nuevas hagan guardar y executar, en defecto de no paresçer las otras, lo qual fazed e cumplid los dichos offiçiales que al presente soys y los del ao venidero, y los que serán de quí adelante, so pena de cada çinco mill mrs. para la Cámara y fisco de su Magestad, y si ninguna vnas ni las otras ordenanças no paresçieren, vos mandamos que vos juntéis en vuestro ayuntamiento, y señaléis ocho personas dél y rreçibáis juramento en forma dellos, y aquéllos hagan las ordenanças que çerca dello vieren que convienen y ponyendo en ello penas moderadas, y tales que por temor dellas se escusen de hacer los dichos daños. Y fechas las dichas ordenanças , las enviad al Consejo de su Magestad de las Órdenes, para que las vean y confirmen, las quales enviad cuando vuestro procurador fuere a entender en los otros pleitos que tratáis, por manera que el camino no sea sólo este efecto, las quales dichas ordenanças que así avéys de fazer mandamos que se hagan dentro de quinze días primeros siguientes, so pena de çinco mill marauedís para la Cámara y fisco de su Magestad..." [8]

 
 

1541

En la siguiente visita a Illana, del año 1541, encontramos que ya se habían confeccionado las ordenanzas de montes y se habían enviado al gobernador de la provincia. Al igual que en el resto del reino estaba prohibida la corta y tala del monte, sólo se podía cortar leña para construir arados y aperos de labranza, y ésto, siempre que se tuviera licencia otorgada por las autoridades de la villa.

 
     
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