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Hércules lucha con Anteo, 1634, Zurbarán. (Imagen 43. Hércules). "Advirtiendo Hércules el engaño de Anteo, en el aire lo apretó tanto con los brazos, que lo mató y este fue el vencimiento de la lucha". Juan Pérez de Moya da la clave para comprender la selección de este trabajo con el fin de decorar el Salón, tras la cita anterior: "Hércules significa el varón virtuoso que desea vencer el deseo de su carne, con quien tiene gran combate y lucha de ordinario. La codicia o deseo carnal, se dice ser hija de la tierra, entendida por Anteo, porque esta codicia no nace del espíritu, sino de la carne, como dice el Apóstol". Un siglo antes, el marqués de Villena manifestaba: Anteo representa el apego del hombre a los vicios carnales y, por tanto, "contrario a Dios". Hércules, y los que como él actúan, al acabar con este apego carnal, libran "de tan tiránica y viciosa servidumbre que roba a los súbditos suyos del cuerpo y del ánima y la razón y celo, no consintiendo el hábito virtuoso". Últimamente se ha dicho que la intención era mostrar a través de Hércules la figura de un rey, Felipe IV, virtuoso para la guerra, capaz de eliminar a cualquier enemigo por poderoso que fuera. Para pintar la escena Zurbarán se inspiró en un grabado. Algunos autores sostienen que éste es uno de los lienzos más flojos de toda la serie, y alegan para ello la intervención de manos del taller de Zurbarán -algo muy frecuente-, el cual se encargaría, por ejemplo, de realizar la cabeza, donde vuelve a brillar la mirada irónica lanzada al espectador que ya aparecía en el episodio del río Alfeo. La disposición de los dos protagonistas en un eje vertical obligó al autor a dejar prácticamente inacabada la mano izquierda de Anteo.
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