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Coordinadores: Antonio Irigoyen (Universidad de Murcia España), Nuno de Pinho Falcão (Universidade da Integração Internacional da Lusofonia Afro-Brasileira Brasil)
La relación del Santo Oficio con otras instituciones religiosas fue consustancial a su propia naturaleza y surge desde el mismo momento de su constitución. Al fin y al cabo, eclesiásticos fueron sus ministros y la mayor parte de sus componentes. Sin embargo, esta situación, en ocasiones, podía traer aparejados ciertos problemas y tensiones relacionados, sobre todo, con la fidelidad. Por otro lado, la convivencia de la Inquisición con las otras instituciones religiosas basculaba entre la colaboración y la oposición. La conflictividad fue un escenario habitual y los problemas jurisdiccionales fue su principal causa, ya que cada institución velaba por la defensa de sus propios intereses, recursos, derechos, fueros y privilegios. Conflictos que, como cabe suponer, eran inevitables cuando los acusados pertenecían al estamento eclesiástico. De este modo, obispos, cabildos catedralicios, órdenes religiosas y clérigos seculares se enfrentaron por cuestiones de todo tipo pues la jurisdicción, la facultad de decir el derecho como señalaba Hespanha, era una de las claves de la bóveda estamental. Por esta misma razón, surgía una competición institucional por cuestiones de representación porque conseguir, mantener o aumentar el prestigio y la preeminencia implicaba enfrentamiento, por más que todas las instituciones religiosas velaran por lo mismo: la defensa de la religión católica.